Buscando lecturas para la guía de recomendaciones del verano me he topado con el libro
La señora de los libros, de Heather Henson y las ilustraciones de David Small, una pequeña joya que recuerda el valor de "
Las señoras de los libros", bibliotecarias intrépidas que recorrían a principios del siglo XX los Apalaches de Kentuky para acercar la cultura a los rincones más olvidados.
En otras ocasiones nos hemos referido a
varios tipos de transporte, tanto de tracción animal (burro, camello...) o mecánico (autobús, furgoneta, moto...), que se han utilizado en distintas épocas y territorios para que las bibliotecas móviles cumplieran su función. Sin embargo desconocíamos esta bella historia que la propia autora nos explica en una nota:
Este libro está inspirado en una historia real: la valiente labor de
las bibliotecarias a caballo, conocidas como «las señoras de los libros»
en los Apalaches de Kentucky.
El Proyecto de la Biblioteca a
Caballo se fundó en los años treinta del siglo XX, en el contexto del
New Deal del presidente Franklin D. Roosevelt, con el fin de acercar los
libros a zonas aisladas donde había pocos colegios y ninguna
biblioteca. En lo alto de las montañas de Kentucky, los caminos eran a
menudo simples lechos de riachuelos o senderos accidentados. A lomos de
un caballo o una mula, las bibliotecarias a caballo recorrían la misma
ardua ruta cada dos semanas cargadas de libros, con independencia de que
el tiempo hiera bueno o malo. Para demostrar su gratitud por algo que
no costaba dinero, «como el aire», las familias podían hacerles algún
regalo de lo poco que tenían: verduras de sus huertos, flores o frutas
silvestres, o incluso preciadas recetas transmitidas de generación en
generación.
Aunque también hubo unos cuantos hombres en la
Biblioteca a Caballo, por lo general se encargaban de ella las mujeres,
en una época en la que la mayoría de la gente consideraba que el trabajo
de la mujer estaba en la casa. Las bibliotecarias a caballo hacían gala
de una resistencia y una entrega extraordinarias. Cobraban muy poco,
pero se sentían orgullosas de su labor: llevar el mundo exterior a la
gente de los Apalaches y en ocasiones convertir en lector a quien antes
no había visto mucha utilidad en «cuatro garabatos».
En Kentucky,
los lechos de los riachuelos y los senderos acabaron por convertirse en
carreteras. Los caballos y las mulas dejaron paso a los bibliobuses, que
son las bibliotecas ambulantes que siguen existiendo hoy.
Bibliotecarias y bibliotecarios entregados a su tarea siguen llevando
libros a quienes los necesitan.