sábado, 11 de abril de 2009

LA LECTURA



Symtio, por tanto, funciona como un expositor que adquiere un espacio para la comercialización de productos digitalizados. Un pequeño paso en un universo de papel que se queda, a mi juicio, a mitad de camino de lo que las tecnologías digitales nos permitirían imaginar. Lo que sí parece meridianamente claro, mientras tanto, es que nuestros hábitos lectores no varían y que "los libros no superan a la adolescencia", es decir, que existe una brecha sociológica insalvable que, una vez abandonada la adolescencia y la lectura por prescripción, convierte a aquellos que no poseían un hábito lector arraigado (por influencia y habituación, sobre todo, familiar) en no lectores definitivos y, en consecuencia, en no compradores. Las nuevas librerías, que irán acogiendo con toda seguridad progresivamente todo lo que las nuevas tecnologías tienen de positivo (escaparates virtuales, bases de datos centralizadas a los repositorios de las editoriales, impresión bajo demanda en el punto de venta, etc., etc.), se encontrarán con la más vieja y contumaz de las resistencias: la de la apatía y la desgana lectora.

Fuente: Weblogs

LA BIBLIOTECA MUNDIAL EN LA RED




Hace cuatro años, James H. Billington, bibliotecario del Congreso de Estados Unidos, lanzó una idea que no hace tanto habría sonado a disparate: crear una biblioteca digital mundial en la que depositar conocimientos acumulados a lo largo de su historia por culturas y lenguas de todo el mundo. En semejante vastedad se incluyen desde las primeras películas de los hermanos Lumière, antiguos manuscritos científicos de Egipto, la declaración de independencia de Estados Unidos, mapas de Brasil del siglo XVIII o el primer bosquejo de la doble hélice de ADN realizado por Francis Crick, uno de sus descubridores.


Pues bien, a partir del martes 21 de abril, todo ello estará accesible, gratis, en Internet. Y lo hará en varios idiomas, porque uno de los objetivos de la Biblioteca Digital Mundial consiste en difundir lenguas distintas del inglés en la Red. El ambicioso proyecto fue asumido por la Unesco, además de la Biblioteca del Congreso de EE UU, y poco a poco han ido incorporando instituciones de todo el mundo. Hasta ahora se han implicado 32 organismos, entre los que se incluyen la Biblioteca de Alejandría y las bibliotecas nacionales de Brasil, China, Francia, Israel, Rusia, Serbia, Suecia y Uganda. A su financiación han contribuido empresas privadas como Microsoft y Google. (El País 10/04/2009)

Fuente: El País