El pasado viernes 12 de marzo nos dejó Miguel Delibes, maestro del paisaje castellano y de sus gentes. El Norte de Castilla, periódico en el que comenzó su trayectoria y del que fue director, nos ofrece una interesante página con abundante información sobre toda su obra y el siguiente documental nos desvela la personalidad del hombre y del escritor:
Entre sus obras destacan El camino, La sombra del ciprés es Alargada, Cinco horas con Mario, Los santos inocentes, Las ratas o El Hereje, la última novela, entre otras. De igual forma la relación del escritor con el cine ha sido muy fructífera ya que diez de sus novelas se han llevado a la gran pantalla:
Como homenaje os dejamos el final de El camino, cuya lectura en clase, recordamos, dejó más de una lágrima disimulada :
Daniel, el Mochuelo, al escuchar la voz grave y dulce de la niña, notó que algo muy íntimo se le desgarraba dentro del pecho. La niña hacía pendulear la cacharra de la leche sin cesar de mirarle. Sus trenzas brillaban al sol.
—Adiós, Uca—uca —dijo el Mochuelo. Y su voz tenía unos trémolos inusitados.
—Mochuelo, ¿te acordarás de mí?
Daniel apoyó los codos en el alféizar y se sujetó la cabeza con las manos. Le daba mucha vergüenza decir aquello, pero era ésta su última oportunidad.
—Uca—uca... —dijo, al fin—. No dejes a la Guindilla que te quite las pecas, ¿me oyes? ¡No quiero que te las quite!
Y se retiró de la ventana violentamente, porque sabía que iba a llorar y no quería que la Uca—uca le viese. Y cuando empezó a vestirse le invadió una sensación muy vívida y clara de que tomaba un camino distinto del que el Señor le había marcado. Y lloró, al fin.
—Adiós, Uca—uca —dijo el Mochuelo. Y su voz tenía unos trémolos inusitados.
—Mochuelo, ¿te acordarás de mí?
Daniel apoyó los codos en el alféizar y se sujetó la cabeza con las manos. Le daba mucha vergüenza decir aquello, pero era ésta su última oportunidad.
—Uca—uca... —dijo, al fin—. No dejes a la Guindilla que te quite las pecas, ¿me oyes? ¡No quiero que te las quite!
Y se retiró de la ventana violentamente, porque sabía que iba a llorar y no quería que la Uca—uca le viese. Y cuando empezó a vestirse le invadió una sensación muy vívida y clara de que tomaba un camino distinto del que el Señor le había marcado. Y lloró, al fin.